viernes, 28 de mayo de 2021

Oposición al matrimonio

La madre de José Francisco Rivodó Laguna se opone a su matrimonio.

Miguel Cabrera, pintor (1695-1768)


¿Sabías que para el siglo XVII hasta el siglo XIX era normal y constante que los padres se opusieran al matrimonio de sus hijos?

Te contamos la historia de nuestra familia

El 29 de junio de 1809, el joven cumanés José Francisco Rivodó Laguna se dirige a la Iglesia de San Pedro Apóstol de La Guaira con la intención de presentar ante las autoridades eclesiásticas correspondientes la proclama matrimonial que se exigía en aquellos tiempos antes de llevarse a cabo cualquier matrimonio. José Francisco esperaba poder casarse muy pronto con la señorita María Vicenta Meza Suárez, oriunda de la ciudad de Caracas.

En julio de 1809, sin haber transcurrido siquiera un mes desde que José Francisco Rivodó Laguna presentara su proclama matrimonial, su padrastro Don Domingo Antonio Redonda Canosa se presenta en el Tribunal Civil de La Guaira y entrega, en nombre de su esposa Doña Francisca Antonia Laguna Soriano, madre de José Francisco, un documento de oposición al matrimonio de éste con la mencionada señorita Meza Suárez. Las razones presentadas por el matrimonio Redonda-Laguna para justificar su oposición al matrimonio se refieren básicamente a la no existencia de las, en aquellos días muy importantes, pruebas de la calidad y limpieza de sangre de la pretendida de su hijo José Francisco.

Cabe explicar aquí muy resumidamente el origen y razón de ser de la “limpieza de sangre”. A partir de 1449 aparece el concepto de “limpieza de sangre” con el objetivo de identificar y de un modo u otro discriminar a los judíos conversos, también denominados cristianos nuevos, quienes serían perseguidos en 1478 y finalmente expulsados de España en 1492 por los Reyes Católicos. Así pues, todo ciudadano que desease obtener un cargo público, alguna prebenda o dignidad debía probar, fuera de toda duda, ser descendiente directo de cristianos viejos por varias generaciones, con este procedimiento se impidió también que personas de dudoso origen pudiesen emigrar a las Indias. Por supuesto, durante la conquista y colonización de América también se aplicó localmente la idea de la limpieza de sangre, generándose así un sistema de castas entre los habitantes de la América Hispana conformadas por los blancos peninsulares; nacidos en España, los blancos criollos o mantuanos; hijos de blancos peninsulares pero nacidos en América y los blancos de orilla de dudoso origen y baja calidad. Tanto los blancos peninsulares como los mantuanos debían, para mantener su alto status social, ser cristianos viejos de larga data y por lo tanto poseer la requerida documentación que probase su limpieza de sangre que, además, les permitía acceder a cargos importantes dentro del gobierno local, a la milicia, la universidad y a las órdenes religiosas.

A título anecdótico podríamos mencionar brevemente el caso de las tristemente célebres hermanas Bejarano. Fueron tres hermanas caraqueñas del siglo XVIII, Magdalena, Eduvigis y Belén Bejarano, quienes siendo ya famosas como reposteras lograron hacer mucho dinero con la venta de una torta que aún hoy en día es conocida como la “torta bejarana” y que endulzó la vida de la Caracas colonial. Pues bien, las hermanas Bejarano poseían la condición de pardas, es decir no eran blancas, lo cual, obviamente, les cerraba muchas puertas y limitaba sus oportunidades de ascenso social. Considerando que gracias a su trabajo como reposteras habían logrado acumular una considerable riqueza decidieron en 1796 comprar la Real Cédula de Gracias al Sacar la cual les brindaba los derechos y el tratamiento correspondiente a una persona blanca. Efectivamente, el Rey Carlos IV aprobó la cédula y decretó: «Que se tenga a las Bejarano como blancas». La oligarquía caraqueña pego el grito en el cielo ante este hecho que fue considerado una afrenta social, ¿Cómo era posible que personas descendientes de esclavos pudiesen ser tenidas por blancas y obtener el derecho de tratar de “tú a tú” a los blancos peninsulares y criollos? Se escribieron varias cartas al Rey solicitando el retiro de la Real Cédula y entre tanto los airados caraqueños hacían mofa y befa de las hermanas expresando: “Que se tenga a las Bejarano como blancas, aunque sean negras.” Finalmente, el Rey no suspendió la Real Cédula, pero si les negó el derecho a ser tratadas de “doñas”.

LAS BEJARANO. Sainete de Wilfredo Tortosa
Foto de la Asociación Civil Kabré Teatro


La opulenta familia Soriano, de origen peninsular era, desde varias generaciones atrás, parte importante de la clase alta cumanesa de la época, a través del tiempo varios sacerdotes y funcionarios del alto gobierno local fueron miembros de la familia Soriano, familia esta que hacía gala y honra de su pureza de sangre, lo cual colocaba a los Soriano en lo más alto del estamento social y económico del Cumaná de principios del siglo XIX. Como demostración de lo antes dicho podemos citar un pasaje del libro “Labor Franciscana en Venezuela” de Odilio Gómez Parente, donde se indica que: “Juan Marcelo Laguna nació en San Baltasar de las Arias del matrimonio de Juan Laguna, de Daroca (España) y de Francisca Antonia Soriano, de Cumaná (Testimonio de información de limpieza de sangre de don Juan Laguna y doña Francisca Antonia Soriano, 1781)”.

Volviendo al tema que nos ocupa, cabe explicar que Don Domingo Antonio Redonda Canosa se encarga de tramitar ante el Tribunal Civil de La Guaira la demanda de oposición contra del matrimonio entre su hijastro José Francisco Rivodó Laguna y la señorita María Vicenta Mesa Suárez, en vista de que su esposa, y madre de José Francisco, se encontraba en ese momento en Cumaná imposibilitada de viajar a La Guaira.

Domingo Redonda y Francisca Laguna basaban su rechazo al matrimonio de José Francisco alegando que la señorita Meza Suárez no residía en la ciudad donde habitaba la familia y que por lo tanto no conocían ni de vista ni de trato a la familia Meza Suárez y desconocían completamente si contaba o no con la pureza de sangre requerida para poder efectuarse el deseado matrimonio. Consideraban que la señorita Meza se encontraba muy por debajo de los requerimientos sociales y económicos que su hijo merecía como miembro y heredero de la distinguida familia Laguna Soriano.

Alarmado, José Francisco Rivodó le presenta a sus padres el documento de bautizo del padre de su futura esposa, en donde se indica claramente que es hijo expósito y “aparentemente” blanco. También presenta un documento en donde se certifica que pertenece al regimiento de blancos, como sargento, regimiento exclusivo para aquellas personas que han podido comprobar ser de raza blanca. Para la madre, Doña Francisca Antonia Laguna Soriano, esos documentos no son suficiente prueba de la calidad de sangre de la pretendida y le exige otras pruebas a su hijo en donde se pueda verificar con mucha mayor propiedad la calidad de blanca y la pureza de sangre de María Vicenta Meza.

José Francisco Rivodó Laguna, indignado, considera que como Domingo Redonda es solo su padrastro, no posee la autoridad para presentar esta demanda ante el tribunal; frente este alegato don Domingo insiste que presentó la demanda en representación de la madre de José Francisco, su esposa, por estar ausente esta por razones de fuerza mayor. Además, indica José Francisco, él es un hombre adulto, hecho y derecho de treinta años y considera innecesario e incluso impertinente el hecho de que su madre se inmiscuya en sus asuntos privados. Por carta, doña Francisca Antonia Laguna replica airada que don Domingo le procuró a José Francisco el cariño, el cuidado y la educación necesaria a su hijo, tal como si de su propio hijo se tratara, suficiente razón esta para que José Francisco respetara la decisión del padrastro.

Doña María Vicenta Meza responde muy disgustada a la demanda contrademandando ella a su vez a los padres de José Francisco ante lo que para ella es una grave ofensa a su honor y su familia, y exige terminantemente que los padres de su prometido, deben presentar pruebas suficientes y definitivas que demuestren la artera afirmación de que ella no está al nivel social de ellos, algo que ya ella había demostrado claramente en contrario con los documentos presentados ante Don Domingo Redonda con anterioridad.

Finalmente, y después de muchas presentaciones ante el tribunal y exigencias de un lado y del otro, en noviembre de 1809, Don José Francisco Rivodó Laguna y María Vicenta Meza Suárez ganan la demanda y se casan al año siguiente. Dos años más tarde en 1812, en medio del terremoto que azotó a Caracas el 26 de marzo, mueren María Vicenta Meza de Rivodó y su único hijo Agatón del Carmen Rivodó Meza de un año de nacido, esposa e hijo de Don José Francisco Rivodó Laguna.


Luego del fallecimiento de su esposa e hijo, José Francisco Rivodó Laguna conoce en Curazao a Anna Poulina Palomina Sénior con quien se casa el 18 de abril de 1819 

Para el siguiente capitulo escribiremos sobre el matrimonio y la descendencia Rivodó Palomina


Luis Bernardo Duarte Toro y Manuel Alfredo Padra Rivodó